Aluviones de inciensos y vorágines alas
hoy me crecieron
a partir de amargos aromas
de cuerpos
sudados,
y entrañas vacías -áridas-.
Con tamboriles y estrellas,
con pedazos olvidados de mi cuerpo
y una cintura sin pinzas
y con sostenes...
La nítida sinfomía que emana de mis pechos
como lacra o insulsa crema
que me quema
y me ciega.
Y me penetra
con su cortante e híbrido sistema
de suaves susurros
aturdidos
desde mis venas.
América me llaman;
la Diosa, la Bella.
Caminante,
si hay caminos que ruedan mis vuelos
solemne e impávida debo
confesarte
que no tengo América,
sino destierro.
En Molino de Tierra, Fondo Editorial Rionegrino, EUDEBA, 1987.
No hay comentarios:
Publicar un comentario