Extracto

Revista Propiedad Horizontal (1985-1997)
Poemas del libro MOLINO DE TIERRA (1987)
Periódico Democracia en Movimiento- Córdoba (1993-1996) y Cuadernillo de Cultura- General Roca (1980)

Textos y audio del Grupo Palabras (1988, 1989)
Textos del libro NO SE, AMOS (1991)
Revista desde el Andén (2006-2009)

Parte de las fotos incluídas fueron tomadas por mi cámara.


Para ver textos actuales, en Silvia A. Sánchez, una escritora

20090608

ESTABLO (ELLA)


Debe reconocerse, de momento, que en todo esto no hay nada que no pueda entender un niño de seis años, por lo menos mientras se aplique a sí mismo; a mí misma: nada que no pueda entenderse a los seis años...

Cabalgaba con las crines al viento y las cabelleras del potro bajo mi vista dorada, zigzagueando caminos de piedras en pasadizos de verdes paredes. Aire libre, decían, verdor oscuro o claro, o esmeralda; verdes suave o rugoso, sendero ancho o angosto. Cielo : alto,bajo, celeste, azul, nublado. PAGUE A LA VISTA Y TENDRÁ SU AIRE LIBRE DE PAREDES Y CIELORRASO.

Cuando tenía seis años sé que galopaba libre por los espacios, trotando por los campos, con caballos de crines negras y mi cabellera al viento -coherente- . Cuando tenía seis años me colocaron en el pasadizo de puertas cerradas y paredes verdes, y audiovisuales. Confieso que la primera vez tuve algo de miedo. Mi madre y mi padre decían que no era de preocuparse, que ellos me esperarían a la vuelta, que era como podar en el césped, que era como cabalgar en calesita de mi tatarabuelo.

Me tomaron de las manos y me sentaron esbelta sobre el animal de madera. Me rocé una rodilla con el revoque caído y duro de la pared, lloré un poco. Pero la atracción era mucho mayor que mi dolor y mis ojitos rodaban de esquina a esquina palpando los verdes y celestes.

Me fue bien, mis mayores me felicitaron y me compraron una cucurucho helado. Hasta de premio, ese fin de semana, fuimos al campo a cabalgar sobre un potrillo ruano que sudaba y tenía calor en la piel, y además tenía olor a caballo.
Me dio lástima verlo tan desprotegido al aire libre, resguardado de la lluvia por un techo lluvioso, castigado por el calor y sin siquiera un sombrero...
Me impresionó el caballo y le guardé una cierta lástima y respeto. Decidí no querer ser como él: DESPROTEGIDA.

. . . . . . . . . . . .

Volví más tarde a casa, con años en las velas de las tortas y números de más en las medidas de los zapatos.
Para el último cumpleaños me envolví en papel celofán transparente y me regalaron la mayoría de edad, con velitas de agujas de relojes, y bombones de credenciales : CARNÉ DE CONDUCTOR-MUTUAL PROPIA- CHEQUERA DE BANCO- PERMISO DE PORTAR ARMAS- TARJETA DE CRÉDITO- ANTICONCEPTIVOS- SEDANTES...

Del campo no supe más ni menos. Los paneles verde pasto y azul cielo se repetían en todos partes: verdes- calles- casas- pasillos. Los colores eran reyes, los olores y sabores eran tintas. Los amargos no existían; los colores eran amargos...
El paseo del pasillo era cotidiano. Fingía viajar, recorrer, oler, gustar, ver... sentir ... (el roce de las paredes en los brazos y piernas desnudas). Pero no lastimaba, y me provenían de sombrero los días de sol , y buen reparo para la lluvia.
El pasillo era bueno, daba para comer con sus pastos; solo debía esperar a los clientes que quisieran servirse de un caballo - a gusto-, a cielo raso, alto, azul, verde, amargo...
El pasillo no era tan malo: protegía de las tempestades los vaivenes de los MALES. tenía RESPALDO... estuve conforme, lo estuve, hasta que vino un paisano con olor a campo y me hice lágrima de seis años: YO había decidido no querer ser sudada; calurosa y olorienta. Yo no había querido ser DESPROTEGIDA; en el año cien de otra era...


En No se, amos, Fondo Editorial Rionegrino co edición Ediciones Culturales Argentinas, 1991.

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