Extracto

Revista Propiedad Horizontal (1985-1997)
Poemas del libro MOLINO DE TIERRA (1987)
Periódico Democracia en Movimiento- Córdoba (1993-1996) y Cuadernillo de Cultura- General Roca (1980)

Textos y audio del Grupo Palabras (1988, 1989)
Textos del libro NO SE, AMOS (1991)
Revista desde el Andén (2006-2009)

Parte de las fotos incluídas fueron tomadas por mi cámara.


Para ver textos actuales, en Silvia A. Sánchez, una escritora

20140519

BIHUE

Escabullido en la bisagra de la ventana un retazo de alma me invita a pasear. Si me nublo y me convierto en noche, el estado me hará su compa­ñero.


            Sentada en el taburete chiquito Bihué secuenció en tres  carillas los pensamientos. A la primera vuelta de página com­probó que los ojalillos  estaban rotos y los ojos  se le empastaron de cansancio. Dio vuelta el taburete y empezó de nuevo (lo  de la media vuelta era por cábala). Siguió enquistada leyendo en las ventanillas de los trenes, y a la segunda página descubrió  los breteles desatados. Ciertamente, le pareció curioso. Viajar  en tren, y a esta hora, y que los ojalillos estuviesen rotos a  pesar de que eran nuevos, y las tiras  se desataran.
            Asustada me miraba, no sé si a mí o a su reflejo en la  ventanilla de atrás. Los vidrios empezaron a empañarse e hicimos  recambio de aire para mantenernos despiertos, para eso abrimos  la ventanilla de modo que lo del reflejo vidrioso se acabó y en  cambio se hizo fuerte el cuadro negro del agujero.
            Bajaron todos los pasajeros y quedamos diseñando verdes  mientras Bihué seguía dando vuelta la página y el taburete.
            La máquina empezó a comprimirse al entrar en el desarmadero.  Corpulenta, pudo contener los ruidos del achaque y creo que el  único lamento fue el rostro del taburete cuando hizo seña de  quebrarse.
            Bihué y yo nos miramos sonrientes, y nos escondimos  juntos en el transparente donde están guardadas las redes fe­rroviarias.
                             
            Estuvimos calladitos hasta que los cristales se rompieron,  ahí Bihué subió un suspiro. La pobre colocó las uñas en los  breteles para que no se le siguieran cayendo y miró desorbitada  los ojalillos rotos que le   empezaron a bordear  el vestido y le hicieron cosquillas hasta instalarse en sus pe­chos erguidos. Cómo se asustó, bajó los ojos  y los anteojos se  le cayeron en el cáliz de los pezones y se quedaron ahí, quietos. ¡La flauta! qué calor me dio, escondidos los dos y tan jun­tos oliendo nuestros poros.
            Bihué no sabía de mí, pensó que era casual mi  estada. Cuando la máquina entró completa al trituradero seguía­mos apelmazados  el uno con el otro.
            La sensación no fue muy terrible, en realidad pudimos ha­berla evitado, pero marcados como estábamos era mejor así.
            La gente nos vio salir juntos de la mano y  del desarmadero, era bastante tarde y seguramente pensaron que veníamos de hacer el  amor.
            Caminamos bastante rato por las calles adoquinadas y fui­mos a un café a tomar algo caliente.
            Bihué habló por primera vez, y yo también. Nos contamos de  nuestras vidas, y de todo lo que se podía y no se debía. Cuando  el  mozo nos vino a cobrar para cerrar tuvimos que irnos.
            De estar escondidos en el transparente del vagón nos habíamos acostumbrado el uno al otro, así que no fue difícil  alquilar una casa y ser matrimonio. Rentamos tres hijos, un pe­rro y siete plantas. Cuando pasaron  quince años los vecinos ya  estaban convencidos de nuestra normalidad y nadie dijo nada.
            Al fin, los chicos se fueron y el perro se murió. Ahí pu­dimos hablar de nuevo y volvimos al vagón del desarmadero. Des­cubrimos la ventanilla abierta con el cuadro negro del  agujero. Nos miramos profundamente y pregunté a Bihué que quién  creía que era yo, ella se rió y me dijo chistosa “-Nadie. Y yo ¿quién soy?-“. “-Mi costilla-“ le contesté, mientras los dos, de  la mano, esta vez sí, nos tiramos por la ventanilla negra.
                           
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Texto publicado por el Grupo Palabras-1988

GRUPO PALABRAS- A vos te estoy hablando

1988- Un grupo del Centro de Escritores de General Roca tiene la inquietud de aprender a leer expresivamente textos literarios. Marcela Darriex se ofrece para enseñar lectura expresiva, así se reúnen Elsa Guarnaccia, Haydeé Massoni, Alberto Brandi, Alejandro Ponce , Rolando Lesta y Silvia Sánchez bajo la coordinación de Marcela. Luego de muchos meses de lectura, grabado de textos (en cinta de cassette), el grupo siente la inquietud de dar a conocer su trabajo por lo que decide grabar un cassette de poesía. Así es convocado César Fernández Moreno, poeta de la Capital Federal, quién cede sus textos del libro "Argentino hasta la muerte" para el proyecto. En el lado B se interpretan textos de escritores del Centro local.
El proyecto tomará el nombre 
"A vos te estoy hablando"

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